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2024: El año que el mundo vivirá en elecciones (y en desinformación)

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Venezuela no es el único país que votará en 2024, tampoco el único en el que hay riesgo de una elección poco competitiva. Se estima que cerca de la mitad de la población mundial legitimará liderazgos este año, incluyendo potencias geopolíticas o demográficas como Estados Unidos, Reino Unido, México, India, Indonesia, Suráfrica o la Unión Europea. Un informe divulgado en el Foro Mundial de Davos identificó la desinformación como el mayor riesgo global antes de 2026, precisamente por esta acumulación de elecciones y la emergencia de la inteligencia artificial. No obstante, no hay que subestimar el aprendizaje de los ciudadanos ni olvidar otros problemas políticos y sociales, dice la consultora Carmen Beatriz Fernández

Un año en el que la mitad del mundo vota, pero no todos eligen. La frase no es nuestra, sino de un académico boliviano (José Rafael Vilar). Globalmente, más electores que nunca en la historia irán a las urnas en más de 60 países antes de febrero de 2025, a los que hay que agregar a la Unión Europea como conjunto, lo que totaliza cerca de 49% de la población de la Tierra, según el medio Time Magazine.

Es cierto que algunas de estas naciones tienen regímenes autoritarios (o híbridos) en los que no hay elecciones totalmente libres. Venezuela, lamentablemente, podría ser una de ellas. En otras, la desinformación electoral se asoma como un peligro real, que puede incidir en ese momento culminante como el capítulo final de una novela: el ciudadano a solas detrás de un biombo, inclinándose por una opción. 

Entre los países que legitimarán liderazgos aparecen potencias geopolíticas y/o demográficas como Estados Unidos (05/11/2024), Indonesia (14/02/2024) y México (02/06/2024). También Rusia (17/03/2024), aunque es uno de esos casos de autoritarismos de nuevo cuño en los que las elecciones llevan un asterisco. La India, que según algunas estimaciones es ya la nación más poblada incluso encima de China, tendrá unas complejas votaciones generales entre abril y mayo. La Unión Europea elegirá su parlamento (09/06/2024). 

Ya ha habido algunas de estas elecciones en las primeras semanas de 2024, como en El Salvador, Taiwán y Bangladesh. Venezuela, que carece de fecha para las presidenciales hasta el momento de escribir estas líneas, es una rareza, aunque debe decirse que no el único caso.

El Reino Unido y Suráfrica, debido a las peculiaridades de sus sistemas políticos, aguardaban por una chincheta en el calendario, que debe fijarse en cualquier caso antes de febrero de 2025 y agosto de 2024, respectivamente.

El lunes 5 de febrero, el parlamento venezolano inició "consultas" para elevar una "propuesta" de cronograma al Consejo Nacional Electoral, lo que viola los Acuerdos de Barbados y podría conducir a unas elecciones fraudulentas, según la opositora Plataforma Unitaria.

Otros países latinoamericanos metidos en el candelero electoral, con presidenciales en los próximos meses, son Panamá (5 de mayo), República Dominicana (19 de mayo) y Uruguay (27 de octubre).

La desinformación, un "animal" que evoluciona

¿Facebook decidió el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos en las elecciones de 2016? No hay manera de determinarlo. No es una ecuación tan simple porque no podemos entrar en la cabeza de millones de electores.

Sin embargo, hay estudios que sugieren que las noticias falsas que se divulgaron entonces en aquella plataforma —y en muchos casos afines a la narrativa de Trump— generaron más reacciones e interacciones que las informaciones reales emitidas por medios como The New York Times, The Washington Post y la NBC. Facebook puede parecer hoy una red social en decadencia, pero en 2016 era, y sigue siendo, la que acumula más usuarios globales.   

"La desinformación en las elecciones es un problema grave que afecta a la democracia y a la confianza de los ciudadanos en las instituciones, la misma se define como la difusión deliberada de información falsa o engañosa con el fin de influir en la opinión pública o de generar confusión", indica un informe divulgado en 2023 por la ONG latinoamericana Transparencia Electoral.

En todo caso, las estrategias empleadas para la desinformación presentan una evolución casi diaria, retroalimentada por los avances tecnológicos, y lo que veremos en 2024 será muy distinto a 2016 o 2020, si hablamos solamente de las elecciones en un actor global tan importante como Estados Unidos.

Los organizadores del Foro Económico Mundial de Davos divulgaron en enero de 2024 —justo antes de la cita anual de líderes de diversos ámbitos en Suiza— un informe en el que se identificó la desinformación como el principal riesgo para el planeta en los próximos dos años, lo que incluye la economía. Y esto se debe precisamente a la abundancia de elecciones importantes en 2024 y la potencial desinformación que circulará en ellas. Leemos:

"Las interfaces fáciles de usar para modelos de inteligencia artificial (IA) a gran escala, que ya no requieren un conjunto de habilidades especializadas, ya han permitido una explosión de información falsificada y contenido llamado 'sintético', desde sofisticadas clonaciones de voz hasta sitios web falsificados".

"Durante los próximos dos años, cerca de 3 mil millones de personas acudirán a las urnas electorales en varias economías, incluidos Estados Unidos, India, Reino Unido, México e Indonesia. La presencia de desinformación y desinformación en estos procesos electorales (...) podría desestabilizar gravemente la legitimidad real y percibida de los gobiernos recién elegidos, con el riesgo de disturbios, violencia y terrorismo, y una erosión a largo plazo de los procesos democráticos".

"Los avances tecnológicos recientes han aumentado el volumen, el alcance y la eficacia de la información falsificada, con flujos más difícil de rastrear, atribuir y controlar. La capacidad de las empresas de redes sociales para garantizar la integridad de la plataforma probablemente se verá abrumada ante múltiples campañas superpuestas. La desinformación también será cada vez más personalizada para sus destinatarios y dirigida a grupos específicos".

Los ciudadanos también tienen una curva de aprendizaje

"Estamos en un mundo tan complicado, con problemas climáticos graves y guerras en curso que perfectamente podrían derivar en conflictos nucleares, que difícilmente puedo tomar la desinformación como el problema más importante", dice Carmen Beatriz Fernández, consultora política venezolana, que no desestima el informe de riesgos 2024 del Foro Mundial de Davos, pero niega que sea la última palabra.

Fernández cree que hay varios riesgos para el planeta que probablemente se superponen y se interconectan, como la pérdida de confianza en los liderazgos y las instituciones, la ausencia de capacidad de respuesta de las democracias y lo que ella denomina la "polarización afectiva": grupos de ciudadanos que pueden llegar a sentir un odio visceral por sus antagonistas ideológicos, no solo una expresión de diferencias políticas. Y en el paquete está, por supuesto, la desinformación.

"Es más barata en este momento y está más al alcance de todos. Cualquier hijo de vecino puede crear algo maravilloso o terrorífico y difundirlo en redes sociales, con alteraciones de imágenes, audios y videos. Por otra parte, la inteligencia artificial potencia el diseño de una comunicación persuasiva muy segmentada, lo que no se ve solo en política, sino en el marketing en general", reconoce Fernández.

Pero la analista advierte: "Los electores también siguen siendo inteligentes. Tienen una curva de aprendizaje muy rápida, y eso lo vimos en las presidenciales de Argentina, una de las más bombardeadas por la desinformación que yo haya presenciado. En muchos países han aparecido iniciativas importantes para prevenir que los ciudadanos sean engañados, y en ocasiones usan las mismas herramientas de la inteligencia artificial, como se ha hecho en la propia Argentina".  

"La imposibilidad de consensos y el deterioro institucional en las democracias no es una responsabilidad exclusiva de la desinformación", recuerda Fernández. Aunque muy probablemente es un importante catalizador en la alquimia de los cambios globales. Señala el informe de Davos: "Los riesgos están creciendo, pero también nuestra capacidad para responder".

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