"Los primeros cacerolazos fueron de la burguesía chilena, que instauró esta forma de protesta para mostrar su hastío con el gobierno de Salvador Allende (1970-1973). Al caer la noche, mujeres de barrios acomodados de Santiago demostraban con el repicar de cacerolas, ollas y sartenes su descontento con el socialismo ante la escasez de productos de primera necesidad. Fue un símbolo de la polarización social que derivó en el golpe de Estado de 11 de septiembre de 1973, que acabó con el gobierno de Allende y dio paso a la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990)".
De acuerdo con la nota elaborada por la agencia de noticias francesa y publicada por algunos medios en América Latina entre ellos La Nación, las cacerolas vuelven a ser las protagonistas del actual estallido social en Chile. Sin embargo, este tipo de manifestación no inició en el país latinoamericano. Según Emmanuel Fureix, historiador especialista del siglo XIX, el fenómeno se remonta a 1830, cuando la gente comenzó a manifestarse en las calles principales de París contra el régimen de Luis Felipe I de Francia.
En realidad, Chile fue el primer país de Latinoamérica en implementar los cacerolazos para protestar en contra del gobierno de Unidad Popular, dirigido por Salvador Allende (1970-1973). Hubo una manifestación de amas de casa y protestaban sonando las ollas porque "estaban vacías". También tuvieron lugar durante la dictadura de Augusto Pinochet, solo que, a diferencia de los cacerolazos de 1970, estos se hicieron desde la comodidad del hogar y no en el centro de Santiago de Chile.
Asimismo, los cacerolazos han estado presentes en otras manifestaciones latinoamericanas. Uruguay hizo sonar las ollas para expresar rechazo a la dictadura militar entre 1973 y 1985. Posteriormente, en Argentina reaparecieron durante la crisis económica de 2001 y 2002. También en Venezuela se hizo común manifestar el descontento con el gobierno de Hugo Chávez y con el de su sucesor, Nicolás Maduro, mediante las cacerolas.