La diputada a la Asamblea Nacional, Gaby Arellano (del partido Voluntad Popular), entrevistada por Globovisión el 12 de julio de 2016, calificó de hambruna la grave crisis del país, tras la movilización masiva de miles de residentes venezolanos hacia Cúcuta (frontera colombiana) en busca de alimentos y medicinas que no se conseguían en el país.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la hambruna se puede definir como una grave escasez de alimentos en un área geográfica grande o que afecta a un gran número de personas, causada por fenómenos naturales o por la acción del hombre.
Sin embargo, acota que el hambre crónica y la malnutrición generalizada, aunque usualmente no se denomina hambruna, puede deberse a otras causas como pobreza generalizada, grandes desigualdades en un país pobre, o transporte/distribución ineficiente y desorganizada de los alimentos.
En 2016, la escasez existente por tercer año consecutivo, ya se transformaba en hambre, dice a EsPaja.com Rodrigo Agudo, ingeniero químico, director del Instituto Venezolano de la Leche y la Carne (Invelecar).
Para esa fecha el ciudadano ya no comía tres veces al día. En 2017, no solo no ingería las tres comidas, sino que lo que consumía no le aportaba las calorías requeridas que evidenció un cuadro de desnutrición. En 2018 empezó a observarse muerte por hambre, sobre todo en infantes. “Y eso es hambruna”, afirma el también asesor de la Federación Nacional de Ganaderos (Fedenaga).
Marianella Herrera, médico nutricionista de la Fundación Bengoa, aborda el tema como una potencial hambruna. La razón es porque la crisis se gestó lentamente y de manera desigual a lo largo de los años –en los primeros de manera casi inadvertida, advierte- y eso ha impedido contar con todos los indicadores.
En conversación con EsPaja.com, Herrera señala que en el Manual para Situaciones de Emergencia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), hay una aproximación al concepto referido a los alimentos que se consumen, la emaciación (pérdida involuntaria de más de 10% del peso corporal particularmente de masa muscular) y la tasa de mortalidad cruda en una determinada población.
La especialista añade: “al menos uno de cada cinco hogares debe tener acceso bajo a la comida y otros servicios básicos donde se observa hambre y muerte y esto se pueda cuantificar”, detalla.
“Una perspectiva centrada solo en alimentos (grupos que se pueden alimentar y otros que no tienen acceso) no nos va a decir mucho sobre el hambre que pasa la gente, porque hay hambre oculta”, indica para citar otros componentes como la sensación de tener varias horas sin comer, si esta se prolonga en el tiempo y pueda medirse como desnutrición, de acuerdo con niveles estandarizados.
Basándose en el factor alimentos, Agudo dice que hay hambruna por inseguridad alimentaria y recuerda que según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) 2018, 80% de la población se encuentra en esa situación.
El abastecimiento alimentario se mide por las variables disponibilidad, accesibilidad y calidad. Apartando el tema calidad, “Fedeagro reporta que en el país se produce menos de 20% de lo que se producía en 2008 y no hay importaciones, mientras que la agroindustria tiene 70% de su capacidad ociosa”, precisa Agudo para poner en contexto el problema.
“En este 2019 vemos una oferta de 20%, pero la población que puede comprar a los precios de los productos que se consiguen es 10%. Aparecen alimentos, pero no se pueden comprar”, afirma.
"La escasez creciente de alimentos y su precio cada vez más alto se han traducido en un número menor de comidas con menos valor nutricional, elevados índices de desnutrición y una repercusión especialmente adversa sobre las mujeres (...). Amplios sectores de la población carecen de acceso a la distribución de comida...", destaca el informe sobre la situación de Derechos Humanos en Venezuela, presentado el 4 de julio de este año por la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Refugiados, Michelle Bachelet.
La abogada defensora de los Derechos Humanos, Tamara Suju suele referirse a la hambruna en Venezuela:
El discurso lo reafirma José Trujillo, vicepresidente de la Comisión de Desarrollo Social Integral del parlamento, médico de profesión, que manifestó que en la frontera de la Guajira y el estado Delta Amacuro “tenemos una desnutrición de 30%, cifras certificadas por la Oficina Panamericana de la Salud (OPS)”, de acuerdo con una nota de prensa publicada en la página web de la AN.
En una mesa de trabajo con especialistas del área, el 20 de junio de 2019, el diputado (Unidad-Aragua) dijo: “el país entró en un estado de hambruna y catástrofe sanitaria al sobrepasar el 30% de desnutrición en la población”.
Herrera, de Bengoa, asegura que 33% de los niños entre cero y dos años- en 2017- sufrían de desnutrición crónica. “El hambre crónica puede llevarte a la hambruna, es el paso previo”, precisa.
“Algunas zonas clasificarán con potencial hambruna. No es un caso fácil, no entra en categorización internacional de hambruna porque no tenemos todos los indicadores”, dice Herrera y reflexiona sobre una necesaria revisión del tema a nivel global.
Mientras que el venezolano Francisco Rodríguez, para el momento economista jefe de Torino Economics, si bien considera que no hay hambruna en Venezuela, advirtió el 1 de julio que, si no se toman los correctivos a la brevedad posible, el país entrará en situación de hambruna.
Sin embargo, en un tuit del 15 de julio, Ricardo Hausmann, coordinador del Centro de Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard y para ese entonces gobernador de Venezuela ante el Banco Interamericano de Desarrollo, refutó a Rodríguez la tesis de que no hay hambruna.
Fotografía de portada: Daniel Hernández/El Estímulo