Logo espaja

Periodismo para que estemos claros

Verifica una noticia aquí:

Whatsapp

Whatsapp

Mensaje

Contacto

¿El caso del hombre que pedía auxilio desde un sótano en la tragedia de Vargas era cierto?

Comparte

La historia de Luis Landaeta, que se comunicó con César Miguel Rondón y el presidente Hugo Chávez mientras se encontraba presuntamente atrapado en el sótano de un edificio en Los Corales, fue quizás el engaño colectivo más sonado de la tragedia de Vargas

"Escúcheme, por favor. Se lo suplico con todo el corazón de mi alma. Estoy en un sótano, no hay salida por ningún lado. Tengo a mi esposa, dos niños, y mi madre murió hace una hora. Soy hipertenso, cardiópata. No tengo la medicina para el corazón. No sé qué hacer. Estoy en el edificio Cerromar de Los Corales. Tome nota rapidito, que me puedo morir en cualquier momento: estoy rodeado de barro, escombros, cadávares".

Exactamente a las 5:12 pm, el sábado 18 de diciembre de 1999, un hombre identificado como Luis Landaeta se comunicó por teléfono celular con el equipo de locutores de guardia del circuito Unión Radio, que había dispuesto una transmisión especial debido a la tragedia de Vargas. El que atendió su primera llamada fue Polo Troconis.

En el transcurso de aquel sábado —a pesar de que presuntamente le quedaba muy poco tiempo de batería en su celular de vieja generación—, la presunta víctima del deslave en el estado Vargas fue contactado hasta otras seis veces por Unión Radio: la atendió el experimentado periodista César Miguel Rondón e incluso el presidente Hugo Chávez, que se comprometió a movilizar ayuda militar para su rescate. 

Debido a los acontecimientos de aquel día, Luis Landaeta llegó a ser citado como un caso emblemático de la tragedia de Vargas por medios internacionales como el francés Le Monde, el argentino Página 12 y el británico BBC, que todavía lo conserva en sus archivos.  

Lo único verdadero de Luis Landaeta resultó ser su nombre.

Al día siguiente, cuando la batería de Landaeta presuntamente se había agotado junto con sus posibilidades de resistir en un sótano sin oxígeno, las piezas del dramático rompecabezas empezaron a desencajarse para dar paso a otro relato distinto.

"Al mediodía del domingo se rastreó completamente el edificio Cerromar, y los expertos en rescate concluyeron que era imposible que alguien estuviera con vida en el sótano", recontó el periodista de investigación Alfredo Meza en un reportaje publicado en El Nacional el domingo 26 de diciembre de 1999.

"Santos Landolfo, vicepresidente de operaciones de Telcel (operadora privada de telefonía celular) (...) había sobrevolado la zona donde estaba el edificio Cerromar y concluyó que era imposible hacer una llamada desde un sótano.

Las llamadas se hicieron desde la zona oeste de Caracas

Entonces, Telcel comenzó a investigar y descubrió que las llamadas del famoso Landaeta no se hicieron desde La Guaira, sino desde una zona localizada en el oeste de Caracas. La 'celda' o repetidora que registró la llamada estaba localizada en Caricuao, lo que hacía suponer que las llamadas se hicieron desde esa parroquia o desde una zona cercana que abarcara la cobertura de la repetidora en el oeste de la capital venezolana.

A las 6 de la tarde (del lunes 20 de diciembre de 1999), Rondón decidió salir al aire con la voz grave de siempre. No había música de fondo, y aprovechó para hacer un recuento de toda la historia. (...) Al final dejó caer la sentencia, casi susurrando, pero con la inevitabilidad del momento en el que se colocan las lápidas: "Luis Landaeta, señoras, señores, era una farsa. No existe Luis Landaeta", agrega la crónica de Meza. Fue quizás la noticia falsa más sonada de la tragedia natural de 1999.

Sin embargo, lo que dijo Rondón no fue 100% cierto. El personaje de la víctima tapiada junto a su esposa y dos niños en el edificio de Los Corales no existió, pero sí el ciudadano Luis Arturo Landaeta, que de hecho había trabajado como chofer de un directivo y columnista de El Nacional, Nelson Rivera. Fue capturado por la Disip (policía política) el jueves 23 de diciembre de 1999 en El Junquito (Gran Caracas), desde donde había hecho las llamadas para Unión Radio como una falsa víctima atrapada en Vargas.

El periodista Alfredo Meza le entrevistó para El Nacional en una prisión no identificada. El texto se publicó el domingo 2 de enero de 2000, acompañado por un retrato inédito del "hombre sin rostro" que había conmovido —y engañado— a un país en vilo por la tragedia:

 

Captura de la entrevista a Luis Landaeta publicada el 2 de enero de 2000. Cortesía: archivo de El Nacional

 

El recluso Landaeta se identificó como un asistente administrativo y de personal graduado en la Academia Americana, que admitió tener antecedentes penales por estafa (la falsificación de la firma de su progenitor). "Soy una persona bastante golpeada, sobre todo desde hace cinco meses, luego de la muerte de mi padre". Aunque nunca confesó de manera explícita la motivación de su engaño —aparte de llamar la atención—, manifestó que su principal preocupación eran su esposa y sus hijos, que también se trataban de personajes reales. 

"El moribundo Luis Landaeta, el venezolano sepultado en vida, que pidió socorro a una emisora de radio desde el móvil de un muerto, la víctima que conmovió al país, nunca existió. Fue una farsa que movilizó a los mejores equipos de rescate, a los perros mexicanos y hasta el propio jefe de Gobierno, Hugo Chávez", remata el diario español El País una crónica del deslave publicada el 22 de diciembre de 1999.

 

Las llamadas

El equipo de EsPaja.com se comunicó con un miembro de la directiva de Unión Radio para solicitar una grabación de las llamadas de Luis Landaeta a la emisora el sábado 18 de diciembre de 1999, pero no obtuvo respuesta. Sin embargo, el diario El Nacional publicó una transcripción completa de los contactos telefónicos de Landaeta con los locutores y con el presidente Hugo Chávez, que ofrecemos a continuación: 

Primera llamada

-Luis Landaeta (LL): Aló, ¿me escuchan?

-Polo Troconis (PT): Sí, lo escuchamos a través del operativo Unión 99

-LL: Escúcheme, por favor. Se lo suplico con todo el corazón de mi alma. Estoy en un sótano, no hay salida por ningún lado. Tengo a mi esposa, dos niños, y mi madre murió hace una hora. Soy hipertenso, cardiópata. No tengo la medicina para el corazón. No sé qué hacer.

-Elizabeth Camino (EC): ¿En qué sitio está, señor?

-LL: Estoy en el edificio Cerromar, en Los Corales. Escúcheme bien, Elizabeth. Tome nota rapidito, que me puedo morir en cualquier momento: estoy rodeado de barro, escombros, cadáveres. Yo no encuentro qué hacer. Escúchame bien: si yo me llego a morir y pueden rescatar a mis hijos, sáquenlos y llévenlos donde mi mamá.

-PT: Señor Landaeta, la ayuda va en camino...

-LL: No van a llegar, porque no me van a ver. Estoy en un sótano, hijo.

-PT: ¿Qué tiene cerca del edificio? ¿Algún punto de referencia? 

-LL: Yo vine a pasar vacaciones aquí, por Dios santo. 

-EC: Yo sé que es difícil decirle que se calme... Vamos a tratar de llamar. Usted nos dio un teléfono. Usted sí puede esperar. Tenga fe, por favor.

-LL: Yo tengo 72 horas aquí... mi corazón. Soy cardiópata.

-EC: Sé que tiene condiciones adversas a su alrededor, pero déjenos mover cielo y tierra si es posible, en este momento, para que a usted lo ayuden...

 

Segunda llamada

-Polo Troconis: Al señor Luis Landaeta, que se comunicó con nosotros hace un rato, lo tenemos nuevamente en línea. Adelante.

-Luis Landaeta: Disculpe que los vuelva a molestar. Pero la situación es la siguiente: tengo aquí seis cadáveres, tengo a mi esposa, a los niños que están dormidos, creo que por falta de oxígeno. Yo estoy mal. Soy cardiópata. Entiendo que ustedes demasiado han hecho.

-Ana María Fernández (AMF): La Guardia Nacional está yendo para allá.

-LL: Es difícil que me vean, porque estoy en un sótano.

-AMF: Señor Landaeta, la Guardia Nacional ya lo sabe.

-LL: Bueno, escúchenme: si yo me llego a morir...

-AMF: No, señor Landaeta. No le va a pasar nada. Confíe en nosotros, por favor.

-LL: No tengo ni siquiera la medicina que me calma el dolor en el pecho... Estoy rodeado de escombros, de muertos, de carros, de todo. Es un desastre esto. El presidente de la República ha hecho demasiado, señores.

-AMF: Señor Landaeta, yo sé que usted se está sintiendo mal en este momento. Vamos a hablar con usted para mantener la calma. Vamos a sacarlo del aire, por favor...

 

Tercera llamada

-Ana María Fernández: Señor Alcántara, ¿cómo está?

-Luis Landaeta: Es el señor Landaeta.

-AMF: Landaeta, ¿cómo está?

-LL: Escuché el mensaje de ustedes, del médico. ¿Es posible que yo pueda hablar con ellos?

-AMF: Vamos a tratar de ubicar de nuevo al doctor Aure...

-LL: Es que no tengo medicinas y tengo el dolor precordial en el pecho. No encuentro qué hacer. Escúcheme bien, por favor.

-AMF: Le vamos a comunicar al doctor.

-César Miguel Rondón (CMR): Vamos a oír al señor Landaeta.

-LL: No me corten, por favor. No me quiero quedar solo. Yo necesito hablar con alguien. Esto es un lugar solo. Mi mamá se murió hace una hora, la tengo aquí al lado. Estoy en el edificio Cerromar. ¿Cómo salgo de aquí? No sé qué hacer.

-AMF: Lo van a ayudar, señor.

-LL: Alguien que me hable, por favor. Eso me puede ayudar.

-AMF: Le estamos hablando... Yo sé que es difícil... ¿usted tiene dónde sentarse, allí?

-LL: Estoy rodeado de barro, de carros. Tengo seis personas muertas a mi lado, que yo las rescaté. Me siento muy mal. ¡No sé qué hacer!

-CMR: Tranquilícese y siéntese un momento, señor Landaeta.

-LL: ¿Dónde me siento, señor? ¿Cómo es su nombre?

-CMR: Mi nombre es César.

-LL: ¿César Miguel?

-CMR: Yo soy César Miguel.

-LL: ¿Dónde me siento? (Risa nerviosa).

-CMR: Donde usted pueda, y cálmese un poquito.

-LL: La cosa es que, si yo me llego a morir, tengo dos niños durmiendo aquí a mi lado, arropados con su propia ropa, son mis hijos, y con un barro que está cayendo encima de ellos, una gota encima. Esto es horrible. ¿Cómo hago para poder comunicarle a ustedes lo que yo siento? No sé cómo hacer.

-CMR: Tranquilo. Mire, usted va a salir vivo de allí, y sus hijos también.

-LL: Es que... escúcheme, señor César Miguel: me estoy haciendo hasta pupú. No hallo dónde hacer pupú, no hallo como aguantar las ganas. Te voy a pasar a mi hijo Luis Edgardo. (Quitándose la bocina de la boca:) Hijo, ven acá.

-Luis Edgardo: Hola, ¿cómo están?

-CMR: ¿Estás tranquilo, Luis Edgardo?

-Luis Edgardo: Sí.

-CMR: Dile a tu papá que se tranquilice un poquito, Luis Edgardo. ¿Tú tienes una hermanita contigo?

-LL: Mi hijo menor está dormido, señor César Miguel... Esto es horrible, caen gotas. No hallo qué hacer... Aquí le voy a pasar a mi esposa Rosa.

-Rosa (respirando con dificultad): Aló, Aló... Ay, necesitamos ayuda, señor, por favor.

-CMR: Tranquilícese y tranquilice a su marido. Nos acaba de llegar una buena, maravillosa noticia: hay gente que ya está en camino al Cerromar. Fíjese usted si Dios es grande: me acaban de pasar una nota en la que dice que ya hay un escuadrón de gente que está yendo a donde están ustedes. Lo más importante es que estén muy tranquilitos. Trate de calmar a su marido, qué respire con calma.

-Rosa: Es que se está poniendo muy oscuro.

-CMR: Se está poniendo muy oscuro porque se está poniendo la noche, pero los vamos a sacar de allí. Esté tranquila, muy tranquila. ¿Qué edad tiene su esposo? (Tono de ocupado)

-CMR: se nos cayó la línea.

 

Cuarta llamada

-César Miguel Rondón: Señor Landaeta, ¿me está escuchando?

-Luis Landaeta: Sí, sí, claro.

-CMR: Tenemos en la otra línea al doctor Aure, ¿verdad?

-LL: Muy buenas tardes, doctor.

-Doctor Aure (DA): ¿Cómo estás, amigo Landaeta?

-LL: Yo estoy muy mal. Escúcheme bien, rapidito, porque yo sé que esto es muy costoso para ustedes: tengo un dolor precordial a nivel de la mandíbula, tengo dificultad para respirar, tengo un infarto encima. No tengo la medicina que me mandó el doctor.

-DA: Dime una cosa, Landaeta. ¿Tu esposa está cerca de ti?

-LL: Sí.

-DA: Fíjate una cosa. Las instrucciones que has recibido, tanto de otros médicos e inclusive del psicólogo, son correctas. Sin embargo, entiendo perfectamente que en la situación en la que estás, no vas a tener ningún tipo de medicamentos a tu alcance. Sin embargo, tenemos una alternativa que puede ayudarte, pero para eso necesito que tu esposa esté muy pendiente, porque ella es la que te va a ayudar a ti. Hay dos puntos de acupuntura, que se pueden aplicar como digitopuntura, que te pueden ayudar a mantener tanto el estado de estrés como la tensión ligeramente bajo control. No es fácil dar las indicaciones por teléfono, pero vamos a hacer todo lo posible. Fíjate bien... ¡Aló, aló!

 

Quinta llamada

-César Miguel Rondón: Luis, ¿nos estás llamando?

-Luis Landaeta: César Miguel, ¿cómo estas?

-CMR: ¿Has escuchado todo lo que estamos diciendo?

-LL: Todo, todo. Hay un problema que quiero que se lo comuniques a la gente que va a venir a buscarme: hay un olor a gasolina muy fuerte. Tengo miedo de que pueda haber problemas. 

-CMR: No agregues otras angustias a las que ya tienes por salir. Quédate tranquilo, confiemos que ese olor a gasolina no sea de mayor gravedad. Estás en un estacionamiento donde hay mucho lodo y fango... Vaya usted a saber, a lo mejor todo ese pocotón de piedras rompieron el tanque de gasolina de alguno de esos carros. Pero si nos quedamos tranquilos, no va a pasar absolutamente nada. Acuérdate que lo más importante en este momento es que tu estés calmado, para que esa angustia no se la pases a tu esposa Rosa, que la sentí nerviosa la última vez que hablé con ella. Además, lo más importante en este instante es que no haya gasolina. Mira, Luis, ya me llamó el general Rafael Martínez Montiel, que ya está en camino; han habilitado un helicóptero que vuela de noche. Fíjate tú, Luis. Ha sido tan importante tu situación que te has convertido en imagen y emblema para una cantidad de gente...

-LL: Claro, César Miguel. Gracias.

-CMR: Y la persistencia, y esa fe que estás dando en este momento, es lo que también le está transmitiendo fe y muchas ganas de vivir a mucha gente que está en una situación parecida.

-LL: Por supuesto, César Miguel.

-CMR: Y gracias a ti, fíjate tú qué bien esto, también van a ser rescatadas personas que están en circunstancias similares en edificios cercanos...

-LL: César, escúchame bien. Recuérdale a la gente que va a venir para acá que tiene que traer herramientas para romper paredes.

-CMR: Creo que llevan hasta los planos del edificio, imagínate tú.

-LL: Perfecto, César Miguel, maravilloso.

-CMR: Ahora te agradezco que apagues el teléfono, porque no puedes gastar la batería...

-LL: No me queda casi nada ya. Yo la voy a apagar, pero como yo los estoy escuchando, por favor, hablen de mí para escucharlos a ustedes. Me da miedo escuchar que no se acuerden de mí.

-CMR: No señor. Apaga el teléfono y no te olvidamos, así como no nos olvidamos... (tono de ocupado) Ahí trancó Luis el teléfono. Y no lo vuelvas a prender, porque hay que llamar sólo para las emergencias.

 

Sexta llamada     

-Hugo Chávez (Chávez): ¿Puedo oír a Luis?

-César Miguel Rondón: Presidente, usted puede oír a Luis.

-Luis Landaeta: Aló, ¿presidente?

-César Miguel Rondón y Ana María Fernández: Luis.

 

Séptima llamada     

-Chávez: Hermano, te escucho (...) Dile a la persona que llamó que voy a tomar nota de Anare, para ver cómo está la situación. Pero dile que todo está mejorando...

-CMR: Ahora sí tiene usted a Luis Landaeta. Luis, te está escuchando el Presidente en este momento.

-LL: Aló, señor presidente...

-CMR: Háblale, que él te está escuchando.

-LL: Señor presidente, muy buenas noches. Me encuentro en este momento en un sótano tapiado completamente, con mi esposa, dos niños. Mi madre acaba de morir, hace una hora más o menos. No tenemos oxígeno, o-xi-ge-no para respirar. Señor presidente, por favor. Le agradezco por la humanidad más grande que tenga en este mundo.
Yo soy un hombre hipertenso, he tenido dos infartos encima, y no sé qué hacer en este momento. Le agradezco que, por favor, me conteste algo. ¿Qué debo hacer?

-Chávez: Bueno, mira... primero, nuestro sentimiento por la pérdida de tu madre, y que en paz descanse. Ahora, vamos a vivir. Porque tú vas a vivir con tus hijos y tu mujer. Ya tenemos la dirección del edificio. Dime si hay alguna forma de entrar. ¿Ves que haya algo despejado por donde se pueda entrar al sótano?

-LL: Señor presidente: por vía aérea es im-po-si-ble. Supongamos que estoy en una planta baja. Estoy como cuatro pisos más abajo, donde hay gran cantidad de carros. Tengo seis cadáveres a mi lado. Este teléfono pertenece a uno de ellos. Por favor, respóndame.

-Chávez: ¿Estás en el primer sótano?

-AMF: ¿Estás como cuatro pisos debajo de la línea de la carretera?

-LL: Sí, exactamente.

-AMF: ¿Escuchó, presidente?

-Chávez: Tengo alguna duda, pero habrá entonces que hacer una operación de romper y buscar hacia abajo. Lo que entiendo es que no hay forma de llegar fácilmente, sino que hay que romper y abrir un hueco. Es importante saberlo, para llevar las herramientas adecuadas... Bueno, Luis, un abrazo, hermano. Déjeme que yo resuelvo eso inmediatamente. Que Dios nos acompañe y que podamos llegar allá esta misma noche.

-CMR: Mire, presidente... como nos está escuchando todo el país... al lado de ese edificio hay atrapados varios recién nacidos, para que la operación sea completa. Se trata de las residencias Santa Teresa.

-Chávez: ¿Hay varios niños también? Y adultos también, por supuesto. ¿Cuántas personas habrá allí? ¿Usted sabe?

-CMR: No sé, pero dígale al capitán Monagas, o cualquiera que esté a su lado, que anote este número... que es del que nos da esta información.

-Chávez: Ok. Vamos a hacer los contactos. Vamos a actuar, y que Dios nos acompañe. Un abrazo a todos y mil gracias.

-CMR: Bueno, Luis, ya escuchaste la voz del Presidente. No se va a escatimar nada. Va la ayuda para ti. Y para los que están escuchando en el edificio Santa Teresa, la ayuda les va llegar a ustedes.

-LL: Por supuesto que sí, César Miguel.

-CMR: Me da mucho gusto, Luis, oírte ahora con un ánimo más vigoroso, siento que te encuentras mejor. Ya viene la noche y deben estar juntitos todos. A pegarse todos.

-LL: Je, je...

-CMR: Ya hasta te ríes, Luis, qué bueno.

-LL: César Miguel, esto es horrible. Escucha a mi hijo, sí.

-Luis Edgardo: Hola.

-CMR: ¿Te sientes mejor? ¿Viste que el propio presidente Chávez en persona es quien te va a rescatar? ¿Qué te parece eso?

-Luis Edgardo: Bien.

-CMR: Luis, vamos a hacer una cosa: apaguemos el teléfono un ratico, para no gastar la pila. No te vamos a abandonar.

-LL: César Miguel, escúchame una cosa: no me dejes solo. Acuérdate que yo soy un hombre enfermo.

-CMR: ¡Cómo te vamos a dejar sólo, si tienes a media Venezuela contigo!

-LL: A mí no me interesa Venezuela, me interesas tú: César Miguel Rondón, el hombre que ha estado con mucha gente al lado. Yo te necesito aquí al lado. No me abandones.

-CMR: No te voy a abandonar... Yo voy a estar todo el tiempo acá.

-LL: Dios te bendiga, hijo.

-CMR: Que Dios te bendiga a ti... Bien, ahora son las siete de la noche...

 

 

Comparte

Desinformación en pandemia