Es mejor una pandemia con vacunas que sin ellas. El desarrollo y aprobación de hasta 13 vacunas para su uso durante la pandemia de COVID-19 constituye un hito en la historia de la ciencia, aunque no necesariamente sinónimo de que la emergencia sanitaria global es ya un pan comido. Ninguna vacuna tiene poderes ilimitados ni puede aplicarse rápidamente a casi 8 millardos de seres humanos.
"Esta primera generación de vacunas (contra la COVID-19) que se conoce no impide que te contagies. Lo que impide es que te enfermes. O te enfermes gravemente", afirmó Nicolás Maduro —uno de los ya vacunados— en su balance de nacional de la pandemia del 4 de abril de 2021.
Para la fecha en que hizo esta aseveración, Venezuela no había iniciado un plan masivo de vacunación, aunque así se había prometido en diciembre de 2020. ¿Maduro dijo algo cierto? ¿O subrayó las limitaciones de los fármacos aprobados para enmascarar la inexistencia de la inmunización ofrecida?
Al menos en este caso, Nicolás Maduro afirmó algo parcialmente cierto. Aunque pueda parecer contradictorio para los que apenas se están iniciando en temas científicos o médicos —la mayoría de la población—, el primer objetivo de una vacuna en general, no solo las de COVID-19, es que el organismo humano genere anticuerpos (protecciones inmunológicas) para no enfermarse, o no hacerlo de manera grave. Pero esto no siempre impedirá que el agente patógeno siga circulando entre las personas, incluso entre las ya vacunadas.
Sin embargo, generalizar acerca de que todas las vacunas aprobadas contra COVID-19 no están haciendo disminuir los contagios también podría ser un error. Son demasiados fármacos ya en uso, desarrollados con tecnologías médicas distintas entre sí, y no podemos descartar que algunos de ellos sí avancen en ambos carriles de la autopista (proteger de la enfermedad y disminuir la propagación del virus). Aunque esto suene aburrido: hay que esperar.
Un huésped duro de matar
"Nunca se esperaba que las vacunas bloqueasen la infección por el virus por completo. No es factible o plausible", indicó un reportaje publicado por el medio estadounidense The Atlantic (26 de febrero de 2021). citando a Stephen Thomas, investigador principal del ensayo clínico de la vacuna de Pfizer.
"La mayoría de las vacunas funcionan entrenando al cuerpo para evitar que un virus se replique hasta tal punto que una persona se enferme. Por lo general, no evitan que una persona se infecte; simplemente hacen que la infección sea menos importante y permiten que el cuerpo la elimine más rápidamente", prosigue el artículo, que también cita a la epidemióloga neoyorquina Syra Madad:
"Si una vacuna pudiera prevenir de manera confiable que futuras infecciones se afianzaran, proporcionaría lo que se conoce como 'inmunidad esterilizante'. Esta es una ocurrencia poco común. La vacuna contra el sarampión se cita a menudo como una excepción, pero no hay razón para esperar que las vacunas COVID-19 entren en esta categoría poco común"
La inmunización funciona un poco como el cuento criollo del chingo y el sin nariz, explicó Angela Rasmussen, otra viróloga citada: generalmente se aplica por vía intramuscular (por ejemplo en un brazo) para que el cuerpo desarrolle —gradualmente— los anticuerpos, pero espacios como las cavidades nasales seguirán siendo campos de cultivo atractivos para el coronavirus SARS-CoV-2.
Hay vacunas experimentales en forma de spray nasal en desarrollo, que podrían servir de barrera física para frenar en seco la propagación, pero pudieran no ser tan efectivas para prevenir la COVID-19 grave. En medicina no suele haber soluciones absolutas.
Menos carga viral, menos contagios
El lado luminoso de la luna que también puede ocurrir que una vacuna contribuya a disminuir la carga viral (replicación del coronavirus dentro del organismo) y, por tanto, hacer que el ciudadano vacunado tenga menos chance de contagiar a los no vacunados.
La Agencia Estadounidense de Drogas y Alimentos (FDA en inglés) halló, por ejemplo, que el fármaco de Johnson & Johnson mostraba una eficacia de 72% en prevenir la infección en todas las variantes de COVID-19, además de 86% de efectividad en la prevención de casos severos de la enfermedad (datos del 1º de marzo de 2021).
Nótese, nuevamente, que hay que distinguir los dos tipos de efectividad: 1. La de prevenir la enfermedad, o en todo caso la enfermedad en su manifestación más grave; 2. La de frenar las contagios. En este sentido, una generalización como la que hizo Maduro podría no ser totalmente cierta.
"Es muy plausible que una vacuna que previene la enfermedad al reducir la cantidad de virus en una persona también podría reducir la capacidad de esa persona para infectar a otros a través del mismo mecanismo. La parte complicada es determinar el grado en que esto sucede", indicó el experto Stephen Thomas en el citado artículo de The Atlantic.
¿Por qué sigue habiendo contagios y muertes?
¿Y por qué esto ocurre en algunos países que han tenido cierto avance en la vacunación? Una de las razones es que hay que entender las dimensiones de lo que estamos hablando: según la Organización Mundial de la Salud, para el 9 de abril de 2021 habían sido aplicadas 669.248.795 dosis de alguna vacuna aprobada: si equiparáramos esta cifra a personas (lo que no es totalmente exacto, pues muchas de estas dosis se han aplicado dos veces), esto representaría alrededor de 9% de la población mundial (unos 7,6 millardos).
Para el 8 de abril de 2021, los países que más habían avanzado en aplicar al menos una dosis a un porcentaje de sus ciudadanos eran Israel (61%), Estados Unidos (33%), Bahrein (32%), Hungría (28%) y Uruguay (23%). Es mucho más fácil inmunizar a un país relativamente pequeño como Israel (9 millones) que a 328 millones de estadounidenses, donde dos tercios de los habitantes siguen sin vacunarse, por lo que se preveía una posible nueva ola de contagios y muertes. Esto no quiere decir que las vacunas no están funcionando. "O que que no impidan que te contagies". No necesariamente.
Gráfico por países de porcentaje de población que ha recibido al menos una dosis de una vacuna aprobada contra COVID-19 (Ourworldindata). Venezuela aparecía con apenas 98.000 dosis entre 28 millones de habitantes (0,35%).
A mediano plazo (aproximadamente una década) se espera que el coronavirus no desaparezca, pero sí que cause apenas síntomas equivalentes a los de un resfriado, gracias al efecto combinado de vacunas y el desarrollo natural (y hereditario) de anticuerpos.
Las campañas de vacunación suelen ser procesos largos y complejos (también en el aspecto geopolítico de la distribución), incluso con la tecnología de que disponemos en 2021. Es probable que tengamos que convivir un tiempo indefinido más con medidas de prevención como la mascarilla (un adminículo que ya era cotidiano en muchos países asiáticos antes de la pandemia) y el distanciamiento social.
Lo que sí resulta perentorio es que los organismos internacionales y los gobiernos nacionales garanticen las vacunas. Como señaló la Academia Nacional de Medicina (7 de abril de 2021): "La gravedad de la epidemia en Venezuela está alcanzando nuevas dimensiones. La mejor forma de controlarla es con la implementación de un Plan Nacional de Vacunación desarrollado con criterios técnicos y no de clientelismo político, basado en las evidencias científicas y en los principios fundamentales de equidad". Hasta esa fecha, ese plan no había sido aplicado por el gobierno de Maduro.
Foto de portada: Efecto Cocuyo